Abandonó su hogar, en Trinidad – Beni, a los dieciseis años, muy joven e inexperta de la realidad de las calles, pero esa decisión le salvó la vida.

Vanina Lobo Escalante cuenta su historia, esta vez, ya sin lágrimas, porque la experiencia y el peso de 42 años la convirtieron en una mujer fuerte, atrevida, aventurera, sobreviviente y una de la líderes más destacadas de la población transexual en Bolivia. Ella es miembro de la Unión de Travestis, Transexuales y Transgénero de Santa Cruz (UTSC), y se identifica como indígena mojeña trinitaria.

Una infancia y adolescencia diferente

El niño de siete años trabajaba en una tienda de ropa para mujeres, que era propiedad de su hermana mayor. Descubrió una habilidad innata para la atención al público y sobresalió rápidamente ya que conocía las características y precios de cada prenda, los tipos de tela y hasta brindaba consejos a las clientes de posibles combinaciones de los vestidos. Pronto obtuvo la confianza de la familia para quedarse solo en la boutique mientras la dueña hacía otras tareas fuera del local.

“Esos momentos a solas son los primeros recuerdos que tengo cuando empecé a sentirme bien conmigo misma. Me trasvestía. Utilizaba muchas ropas y me observaba cómo me quedaba frente al espejo. Me sentía muy bien aunque aún no sabía que aquellos sentimientos despertaría algo más en mi esencia”, relata Vanina, en un remoto viaje a su ciudad natal.

La curiosidad llevó a una Vanina adolescente a explorar nuevos rincones del pueblo. Había un boliche llamado “Ponpeya”, donde frecuentaban mujeres trans, quienes se instalaban afuera del club nocturno. Ellas veían pasar muy seguido a Vanina (quién aún tenía una apariencia “varonil”). “Esa no era una calle que me llebava a casa tras salir del trabajo, pero me gustaba transitar por ahí para ver a esas chicas. De alguna manera me sentía identificada y quería saber más lo que ellas podían decirme para que yo comprendiera lo que soy”, narra la protaginista de esta historia.

Así nació el vínculo entre estas mujeres y la joven Vanina, quien comenzó a trasnformar su mente y apariencia física. Por primera vez, su feminidad vio la luz pública, con efectos trascedentales que muy pronto cambiarían el destino de aquella trinitaria. Fue reina de belleza trans en 1994, a sus catorce años. Vanina se ganó el aprecio de sus nuevas amigas.

“Fue una etapa con muchos giros en mi historia. Por un lado ganaba una corona, pero también mis padres me estaban incribiendo al servicio militar en mi ciudad. Vi como mi cabello largo caía al suelo cuando me raparon la cabeza el primer día de mi enlistamiento. Sufrí acoso y bulling durante mi experiencia en el cuartel, pero eso no me detuvo. Siempre que podía, me escaba a Ponpeya, pelona, pero con la actitud de una mujer con anhelos de libertad”.

La huída

Los cambios que adoptó Vanina en su vida no fue bien recibida por su familia, en especial, por sus hermanos varones, quienes violentaban físicamente contra ella hasta dejarla inconsciente. «Algún día vas a amancer muerta», le decía una de sus amigas mientras le curaba los moretes de la cara de Vanina.

“No podia querdarme en esa casa. Debía huir para salvar mi vida. Con todo el dolor de mi alma me alejé de mi mamá y mis amigas, quienes eran como mis hermanas. Tomé una mochila con pocas pertenencias y corrí a la terminal de buses. Santa Cruz sería mi nuevo hogar”.

Las reglas de la calle

Con diescisiete años Vanina se enamoró y desilucionó por primera vez en tierra cruceña. Estos pesares junto a una carga emocional por abandonar su familia, hicieron que la muchacha se esconda tras las bebidas alocohólicas a un grado peligroso. Con poco dinero en los bolsillos, la calle empezó a ser la única opción para subsistir un día más en Santa Cruz de la Sierra.

El trabajo sexual puede considerase como un oficio donde las mujeres deben ganarse el respeto de sus colegas y su espacio de trabajo. Esto fue presisamente lo que hizo Vanina. “Las esquinas públicas se adquirian mediante peleas. Yo tuve que enfrentarme varias veces con otras chicas trans para obtener un espacio por la zona de la avenida Cañoto. Estos encuentros violentos terminaban en sangre, pero eran rituales obligatorios para alguien que no tenía otros recursos que explotar más que su cuerpo”, recuerda.

En las décadas de los 90 y 2000, las personas trans aún eran perseguidas por los policías. Los oficiales realizaban patrullaje por las avenidas en busca de prostitutas y las encerraban solo por el hecho de ejercer el oficio. “Era huída tras huída, nos correteaban. Nunca estuvimos seguras. A esta lista negra podemos sumar el riesgo constante que nos maten en cualquier callejón oscuro”, exclama Vanina.

Inicia un cambio

En 1996 nació la UTSC, con la participación de Vanina. Pronto ella lideró esta organización gracias a su empatía con el grupo y su valentía para exigir demandas y necesidades antes las autoridades y entidades públicas como el CDVIR, donde aún se cobraba la revisión médica a las trabajadoras sexuales.

“Hubo una gran manifestación de trabajadoras sexuales frente a la antigua terminal de buses, por la Ramada. Todas exigíamos que se anule la matrícula para ejercer nuestro oficio, pues eso era un abuso y los policías nos estorcionaban bajo la excusa de no contar con certificados… Felizmente, ganamos esa batalla gracias al apoyo de mis compañeras y otras mujeres cisgénero que compartían nuestra realidad”, enfatiza la líder de uno de los movimientos regionales más representativos de la población trans.

Una de las primeras iniciativas para oficilizar la agrupación fue la recaudación de dinero mediante actividades como kermeses. El dinero reunido se destinó para cubrir las necesidades de salubridad de las integrantes de la UTSC. “Muchas enfermábamos y el único apoyo que teníamos era el de nosotras mismas. A las autoridades no les importamos y aún tenemos deficiencias en políticas de salud pública que beneficien a nuestra población”, señala Vanina, quien comenta que debido a esa situación fue que ella se adentró a campañas de salubridad, buscando mejoras ante esta problemática.

Vanina Lobo lleva más de 25 años en el activismo, su trabajo incansable y desinteresado la conviertorn en una lideresa admirada por muchas personas que también persiguen mejores días para las mujeres transexuales. Ella construyó esperanza desde la calle y dio voz a muchas que no podían pedir auxiulio por miedo al repudio de la sociedad.

Brindamos todo nuestro amor y aplausos hacia la protagonista de esta historia de susperación. Revista Ego se contactó con Vanina para que representar, en una sesión de fotos, la icónica imagen de Marshal P. Jhonson (activista estadounidense que promovió los disturnbios de StoneWall, en 1969), pero preferimos contar una experiencia más cercana, la de una lider que tenemos el privilegio de escucharla y entender sus sueños y anhelos. Esperamos que disfruten la narrativa y las imágenes de una mujer valiente.

“En la calle aprendí a hacer una familia, quizás más leal que la que tenía en Trinidad. Meto mis manos al fuego por mis hermanas trans… Ahora tenemos un poder que hemos construido con los años, la reinvidicación de nuestros cuerpos como una herrmamienta política, para buscar la liberación de nuestras identidades, sin miedo… YA NUNCA MÁS”.

“En la calle aprendí a hacer una familia, quizás más leal que la que tenía en Trinidad. Meto mis manos al fuego por mis hermanas trans… Ahora tenemos un poder que hemos construido con los años, la reinvidicación de nuestros cuerpos como una herrmamienta política, para buscar la liberación de nuestras identidades, sin miedo… YA NUNCA MÁS”.”En la calle aprendí a hacer una familia, quizás más leal que la que tenía en Trinidad. Meto mis manos al fuego por mis hermanas trans… Ahora tenemos un poder que hemos construido con los años, la reinvidicación de nuestros cuerpos como una herrmamienta política, para buscar la liberación de nuestras identidades, sin miedo… YA NUNCA MÁS”.

VANINA LOBO ESCALANTE, ACTIVISTA TRANSEXUAL.